Transitamos por la vida muy distraídas.
El móvil, las series, el enfado contigo y con los demás, las búsquedas eternas que no encuentran, el rencor, las esperas, el miedo paralizante, las quejas, sostenerte la máscara del "no pasa nada", el ruido de dentro y de fuera.
Distraídas y ausentes.
De nosotras.
De nuestra fortaleza, luz, creatividad, salud, sombras, poder interno que chorrea, belleza esencial y salvaje, emociones, fragilidad, naturaleza.
De nuestras venas, lágrimas, saliva, sangre, palabras calladas y gritadas bajo la almohada, sueños y propósitos, de la niña que fuimos, de la mujer que somos.
¿Qué haces tú para adentrarte en el templo sagrado de tu cuerpo y sentir sus mareas?
¿Cómo logras dedicarte un tiempo diario para hablarte, escucharte, amarte, cuidarte, perdonar tus propias ausencias?
¿Sientes interés en tomar un té en la mejor compañía del mundo, tú misma? ¿o por el contrario, huyes de ti y no te quieres ver , hablar ni escuchar?
“A menudo las personas dicen que
aún no se han encontrado a sí mismas.
Pero el sí mismo no es algo que uno encuentra,
sino algo que uno crea”.
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